lunes, 24 de octubre de 2011

12 meses + 1 (aunque ya hace un mes de eso)

Irene juega de pie mientras Valle le ayuda a sostenerse - Córdoba 2011





Hace un par de semanas que Irene cumplió catorce meses. Todo hay que decirlo, no escribí nada de su primer cumpleaños por pereza veraniega. Entre los preparativos de su cumpleaños, el calor de agosto y el pensar que nadie lo iba a ver porque todo el mundo estaría de vacaciones, no me animé a llevar a cabo mi idea original (Mostrar la evolución de Irene a lo largo de este año mediante doce fotografías. Una por cada mes que ha cumplido). 
Al final he decidido publicar un par de fotos de Irene cuando cumplió 13 meses, estrenando vaqueros, zapatillas y primeros pasos.
Aunque ya, un mes después de hacer estas fotos, si anda con más soltura y sin estar agarrada de la mano, fue al hacer estas fotografías cuando empezó a aventurarse más allá del cómodo y seguro mundo del gateo. 


En los dos últimos meses se le ha visto un cambio enorme, y ya no solo anda tímidamente, sino que es mucho más autónoma en todo los aspectos. 




Irene da unos pasos para estrenar sus primeras zapatillas y vaqueros - Córdoba 2011






Decir que la hija de uno mismo es muy lista me imagino que vendrá implícito en el ADN de cada padre... ¡pero es que Irene lo es! 
Me resulta muy divertido ver como lo va asimilando todo a la velocidad del rayo. Sin ir más lejos, hace un par de días aprendió a tantearme para ver hasta donde puede llegar haciendo algo sin que yo me enfade. Me hace mucha gracia ver como me mira para descubrir si eso que acaba de hacer está mal hecho o no.


También puede ser que no es que Irene sea tan lista, sino que su padre es más tonto. Prueba de esta teoría es que ella me entiende a la perfección cuando le hablo y sin embargo yo no me entero de nada de lo que ella me charla... ¡y mira que charla!.


En fin.




lunes, 1 de agosto de 2011

La gran evasión

Bañistas en las piscinas naturales de las Salinas con la Cola del dragón de fondo - Agaete (Gran Canaria) 2007


 
 
Estoy prácticamente seguro que fue en esas largas y tediosas clases de Sociales de la EGB, cuando decidí hacerme fotógrafo. 
Todavía recuerdo con total nitidez una fotografía del libro de esa asignatura, en la que se mostraba una vista aérea de Manhattan, y que yo usaba a modo de evasión cuando la clase se me hacía demasiado pesada. Me dedicaba entonces a pasear de manera imaginaria por las grandes avenidas que se veían en la imagen, e incluso cuando ya estaba todo recorrido me aventuraba a imaginarme como sería todo lo que la foto no me mostraba. Ahí, en esos momentos, fue cuando decidí que en algún futuro no muy lejano, aquellas fotos que me servían para escaparme cuando no tenia ganas de estar a este lado del espejo, las haría yo.
No sabría decir que tal ando con el resto de mis promesas, pero lo que si puedo asegurar es que aquella que me hice durante mis estudios de EGB, la cumplí a rajatabla.

Todo esto viene al caso porque hoy es primero de agosto y en vista de que la temperatura de Córdoba, aunque más suave que otros años, sigue sin dar tregua ni permitir salir a pasear a unas horas decentes, he decidido volver a utilizar la gran evasión. 
Normalmente suelo tener distintos destinos para imaginarme en ellos cuando no tengo ganas de estar aquí, y esos destinos van cambiando por temporadas. Ahora mismo, donde mi mente me lleva es a Gran Canaria y especialmente a Agaete.
La suerte que tengo como fotógrafo, es que si ya he estado allí, lo único que tengo que hacer es buscar en mi archivo fotográfico una imagen, o varias, que me recuerden las cosas por las que ese sitio me resulta especial. Puedo visitarlo una y otra vez y me sale totalmente gratis y lo mejor...¡nunca está abarrotado de gente aunque sea agosto!
La fotografía de más arriba tiene varios de los ingrediente que hacen que el Puerto de la Nieves, en Agaete, me parezca un lugar especial. Los plácidos atardeceres, el agua calma y salada de las piscinas naturales, la tranquilidad de la gente y la omnipresente Cola del dragón recortada contra un cielo anaranjado, me transporta de manera que casi puedo probar el sabor a salitre del mar cuando las olas chocan contra las rocas volcánicas.

Creo que este puede ser un largo y tedioso verano, pero yo ya tengo mis fotos preparadas para hacerle frente. Solo me queda verlas mientras en mi mente tarareo esa musiquilla que sonaba en la Gran Evasión.


PD: Que casualidad, pero me acabo de dar cuenta de una curiosidad que no ha sido premeditada. A mi me gusta mucho el cine clásico (ya sabéis, Jackie Chan y otros grandes maestros del séptimo arte) y entre ellas, la película que da nombre a esta entrada es una de mis favoritas. Pues bien, si recordáis la escena en la que Steve McQueen salta una alambrada con su moto mientras escapa de los alemanes...¿no le veis cierto parecido con la fotografía que acompaña a esta entrada?
Que razón tiene Tino Soriano cuando dice que uno de los grandes secretos de un fotógrafo son sus referentes.





lunes, 25 de julio de 2011

Verano en la ciudad silenciosa

Sombra de la fuente de la Plaza del Potro en la Pared del Museo de Bellas Artes - Córdoba 2009




Ya ha llegado el periodo estival en toda su plenitud. Ese en el que las ciudades de interior se quedan vacías y se vuelven más habitables durante un tiempo.
Siempre he pensado que Córdoba sería una estupenda ciudad para pasar el verano si no fuera por su insufrible calor. Durante los meses de julio y agosto, uno ve como en esta ciudad se vuelve infinitamente más fácil encontrar el tan ansiado aparcamiento que se nos niega durante el resto del año o como se disfruta de los paseos nocturnos por las, ahora si, solitarias calles del casco antiguo de Córdoba.
Pues bien, todo esto es lo que me ha tocado disfrutar este verano, ya que este año, por temas de logística, no me iré de viaje a ningún sitio, quedándome aquí para que mi hija entienda de que va esa canción de Radio Futura que tanto le pongo.


Como debo quedarme cuidando la ciudad, he decidido que además de leer, disfrutar con la familia y recuperar trabajo atrasado, una de las cosas que me gustaría poder seguir continuando, si las temperaturas se dignan a bajar de los 40 (o de los 30 por la noche) es un proyecto fotográfico que me propusieron hace un par de meses y que trataba sobre el "silencio".
Bajo ese título, tenía toda la libertad del mundo para poder articular un proyecto del genero fotográfico que quisiera. Así que tomé prestadas las palabras del fotógrafo documentalista Jose Manuel Navia (uno de mis grandes referentes por el uso de las atmósferas y el color) cuando dice que el silencio es ese lugar misterioso al que accede el fotógrafo cuando trabaja realmente con intensidad. Y es que el silencio es uno de los términos más recurrentes y utilizados para intentar describir la atmósfera contenida y expresada en una fotografía.
El trabajo, provisionalmente llamado "Córdoba, el silencio del tiempo" trata de fotografiar la idea de conjunto de la ciudad sin potenciar las particularidades especificas de ninguna de las culturas o épocas que la hayan horadado y tiene como intencionalidad fotografiar los silencios de una ciudad bimilenaria como es esta, de forma que lugares comunes por su proximidad o por su cotidianidad, se conviertan en nuevos hacia la vista al observar lo que usualmente se escapa, lo que pasa desapercibido.
Mi intención es ir mostrando las primeras imágenes que forman parte del proyecto, durante estos meses de verano, invitando de esa manera a que descubráis virtualmente la ciudad a los que no la conocéis, y esperando mostrar algo nuevo a los que si habéis paseado sus calles.
Para ello, he empezado con esta fotografía de la Plaza del Potro, (nada original, he de admitirlo) que no estaba hecha expresamente para este trabajo, pero que he rescatado de mi archivo, porque es un buen ejemplo de por donde quiero ir construyendo la serie.

Lo mismo, si tú también te quedas aquí este verano, me encuentras cámara al hombro por algún rincón silencioso de la ciudad.





miércoles, 29 de junio de 2011

Al este del Oeste

Montañas en el desierto de Tabernas - Almería 2009


 
 
Pues eso, que me voy a tierras del lejano Oeste pero por el camino del este. O lo que es lo mismo, que me marcho tres días a Almería, para asistir a un curso de fotografía con Tino Soriano, uno de los mejores fotógrafos nacionales, estupendo docente y mejor persona.
Hasta última hora he tenido complicaciones y he estado apunto de no poder ir, pero finalmente asistiré a un curso que trata sobre el estilo y la mirada personal, una de las claves fundamentales para poder usar la fotografía como lo que se supone que es, un lenguaje coherente donde explicar tu punto de vista sobre lo que te rodea.
Por cierto, Tino estuvo por casa hace unas semanas y se dejo encandilar por Irene. ¡Menudas fotos les ha hecho a ella y a Valle en nuestro salón!
Estoy seguro de que le sacaré mucho partido al curso y con suerte, hasta podré escaparme para hacer fotos en algunos de los rincones de esta provincia que tanto me atrae por su luz y su fotogenia. Además y de postre, hoy me ha llegado una invitación para asistir a la inauguración en el Centro Andaluz de Fotografía (donde se imparte el curso de Tino) de una exposición del fotógrafo andaluz Atin Aya, del que me apetecía mucho ver obra suya expuesta.

Para los interesados, la fotografía está tomada en el desierto de Tabernas, desde uno de esos poblados del oeste que se construyeron para los Spaguetti Western y que ahora están totalmente abandonados. El lugar se puede ver desde la autovía, pero es de acceso complicado. Aun así, me gustaría poder volver a disfrutar del sitio en alguna otra ocasión, por lo que si hay algún vaquero o indio que quiera acompañarme en mi próximo viaje, será bien recibido.
 




jueves, 28 de abril de 2011

Fotos de prensa: Santa paciencia

Nazareno fumando un cigarro en Capuchinos - Córdoba 2007





Ahora que ya ha pasado la Semana Santa y ademas ha sido pasada por agua, aprovecho para enseñar una fotografía de la que guardo un buen recuerdo.


Corría el año 2007 y yo trabajaba en esa época para un diario gratuito. Normalmente la poca información local de este periódico no daba para mucho trabajo, por lo que con tres o cuatro temas al día estaba todo resuelto. Pero la Semana Santa era otra cosa. Esa semana era un poco ajetreada y se trabajaba mucho más y en menos días, ya que el periódico solo salía los días laborables - lunes, martes y miércoles -
A los temas habituales del día, se le sumaban una rápida visita a todas las procesiones posibles para al día siguiente hacer un breve resumen en imágenes de lo que había ocurrido en la jornada anterior. La redacción del periódico, que normalmente cerraba pronto, estaba abierta hasta más tarde para poder recibir las fotografías que hacíamos e incluirlas en la edición del día siguiente.
Una de las cosas que más se agradecía era que no pedían las típicas fotografías del Cristo o la Virgen, sino que lo que necesitaban eran imágenes más atípicas: detalles de los nazarenos, planos generales de la gente que acudía a ver los pasos, momentos previos a las procesiones, etc... Eso te obligaba a estar con los cinco sentidos dispuesto a encontrar esas otras imágenes que no eran las habituales.

El Martes Santo de ese año amaneció con amenaza de lluvia, lo que para mi se traducía en que no había ningún plan seguro para ese día. Lo mismo me tocaba hacer fotos de pasos, que fotografiar los interiores de las iglesias con todos los cofrades apenados por su mala suerte metereológica.
Llegué pronto a la Plaza de Capuchinos y me enteré que todos los integrantes de la procesión estaban en el interior de la iglesia esperando el último parte del tiempo para decidir si salían o no. La tensión y los nervios se respiraban en las caras de los pocos que se asomaban por la puerta de la iglesia, mirando el aspecto del cielo.
Cuando ya no sabía si quedarme un poco más o irme a buscar otro paso, salió un nazareno con su capirote en los brazos, bajó los escalones que le separaban de la plaza y se fue para un rincón, donde se encendió un cigarro y procedió a fumárselo. Me pareció una buena foto y disparé mi cámara unas pocas veces antes de que terminase su cigarro y volviese a entrar.

Lamentablemente y como suele suceder, esta foto no fue una de las publicadas en la edición del día siguiente, por lo que se quedó en mi carpeta de fotos, según mi arbitrario criterio, injustamente rechazadas.
Es una foto por la que han pasado ya unos años, pero que me sigue trayendo recuerdos a esas tardes con el penetrante y mareante olor a incienso, la bulla de la gente en la calle, las miradas furtivas hacia el cielo...en fin, todas esas cosas que componen la Semana Santa y que a mí como ya debo de estar haciéndome mayor (aunque mi increíblemente joven figura no lo aparente), si no llevo una cámara, cada vez me cansan más. 






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