lunes, 4 de octubre de 2010

Pequeño diario de un padre primerizo.

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Valle espera en la habitación del Hospital -  (H.U.R.N.) Córdoba 2010




Todo comienza como en una película. Con un fundido desde negro. Estás dormido y oyes una voz en sueños, con insistencia, que consigue despertarte lo justo para entender claramente la voz de tu mujer que dice: ¡Ya está! ¡Ya es la hora!. Sin saber realmente ni que has oído, te incorporas y cuando pasan unos segundos, recuerdas cual es la hora y que es lo que está. 
Llevas nueve meses (y unos días) esperando este momento y ahora estás tan dormido que no eres capaz de reaccionar con cierta rapidez. ¡Maldita calor que hace que no puedas conciliar el sueño a una hora decente!. Miras el reloj sobre la mesilla de noche y caes en la cuenta que tan solo has dormido un par de horas y quedan otras tantas para que amanezca.
Cuando te echas en la cara, por segunda vez, el agua mas fría que es capaz de salir por el grifo, empiezas a ser consciente de lo importante que es lo que se te viene encima. Y ya más despierto, ponerte los pantalones, la camisa y unas chanclas, te lleva tan solo unos segundos.
Un par de minutos más para repasar mentalmente la lista de cosas que te tienes que llevar (cargadores de todo tipo, móvil, portátil, y por supuesto la cámara) y ya estás listo para salir.
Ella ya lleva preparada bastante minutos mas que tú.


Parto_02
Desayuno en la cama del Hospital  -  (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Este podría ser perfectamente el comienzo de la historia de un padre primerizo. La mía, al menos, comenzó de esta manera.
Bueno, este es el principio del final de la historia. El principio de verdad, el del papa que pone la semillita en mama y demás, no hace falta que lo cuente ¿verdad?.

Lo siguiente que sabes, es que llevas unas horas ¿o son días? en el hospital. El tiempo pasa muy lento, tanto que tienes la sensación que los nueves meses anteriores han pasado más rápido que las horas que llevas allí esperando con ella.
Te impacientas, aún más, cuando oyes los llantos de las habitaciones contiguas. Algunos padres que han llegado después que vosotros, salen ya con una sonrisa en su cansado rostro y su futuro en sus brazos.


Parto_03
En el paritorio, esperando para dilatar - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Un par de días después, ya en la planta de paritorios, y tras unas horas de incertidumbre, se acerca un celador por la sala de espera y dice tu nombre en voz alta. Dejas que te llame por segunda vez para asegurarte y saltas como un resorte agarrando tu cámara al vuelo.


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La matrona vigila las contracciones previas al parto - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




El paritorio no es tan impersonal y frío como te esperabas. Una pequeña habitación, con una cálida luz, la acoge a ella mientras esperáis los últimos minutos. 
Una agradable enfermera prepara todo el instrumental, mientras charla contigo. Tu mujer, mientras tanto, empieza a sentir los dolores más intensos.
Una chica joven entra por la puerta y se presenta como la matrona que va a asistir el parto. Pensabas que todas las matronas pasaban de los cincuenta y eran mujeres resabiadas. No es tan mayor, ni tiene la imagen que habías creado en tu mente. Ella transmite tranquilidad y seguridad. Eso es bueno, muy bueno.

La matrona es la última persona que tiene la potestad para dejarte fotografiar en la habitación. Antes de que empiece la acción, le preguntas con inquietud y un hálito de esperanza, si puedes fotografiar durante el parto. ¡No hay problema!


Un suspiro te sale de lo más hondo.


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Valle recibe a Irene en sus brazos, aun unidas por el cordón umbilical - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Los dolores se vuelven muy intensos y tu mujer te agarra la mano con una fuerza que no sospechabas que tuviera.
La cámara hace que no te sientas inútil. Con sigilo y toda la tranquilidad que puedas tener en ese momento, vas fotografiando de un lado a otro, sin estorbar. Cuando de repente ocurre.....

Es una sensación extraña pero potente. Cuando por fin ves aparecer al completo a tu pequeña, ahí, justo en ese momento, es cuando te das cuenta de lo que habéis conseguido, de la importancia que tiene y de la fragilidad que acabas de aceptar bajo tu protección.
Entre lágrimas, sigues fotografiando, mientras te sientes indefenso y fuerte al mismo tiempo.


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La enfermera viste a Irene y le prepara las pulseras identificativas - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Después de dejarla unos instantes con su madre, piel con piel, la pequeña, tu hija, abandona por unos minutos a tu mujer. La enfermera se la lleva allí y acá, haciendo las pertinentes pruebas. Tú la sigues, revoloteando, sin dejar de maravillarte ante cualquier gesto que hace. 


Parto_07
Detalle de las arrugas de una mano de la pequeña, minutos después de nacer - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Dejas a solas a tu mujer con tu hija (nueve meses nunca son suficientes) y sales al pasillo para tranquilizar al resto de familiares que aguardan en la sala de espera. Te prometes a ti mismo no soltar ninguna lágrima de emoción, para no asustarlos, al mismo tiempo que abres la puerta de la sala con los ojos empapados (imposible contenerte).
Cuando todos se arremolinan en torno tuyo preguntando sobre la niña, te das cuenta de la suerte que es para ti no tener que explicarlo con palabras (nunca se te ha dado bien). Descuelgas de tu hombro la cámara y giras la pantalla hacia ellos. 
Segundos antes de volver a entrar en el paritorio notas que no eres el único que no ha conseguido contener las lágrimas.



Parto_08
Valle juega con Irene mientras llora - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Al regresar a la habitación donde descansan tu mujer y tu hija, te encuentras a la pequeña recostada en la cama, al lado de su madre, mientras llora desconsolada. ¡Nunca un llanto te había sonado tan bien! 
Sientes como cuando de niño, en Reyes te dejaban el mejor de los regalos y tu tardabas horas en creerte que aquello era real. La misma mezcla de emoción por lo ocurrido y cansancio por la espera, que empieza a hacer mella en tu cuerpo.

La pequeña deja de llorar bruscamente cuando su madre le da alimento por primera vez. Ella mira orgullosa a su hija y te imaginas que estaréis pensando lo mismo. ¿Cómo puede ser una cosa tan perfecta resultado de algo que has hecho tú?. 


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Irene tomando el pecho de su madre al poco de nacer - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Un día después os dicen que todo marcha bien y que tanto la niña como la madre están perfectas. En unas horas les darán el alta, por lo que tú sales corriendo a casa para prepararla para su nueva habitante.
Cuando tu mujer sale de la habitación con la niña en brazos, no puede evitar sonreír al ver la cara de impaciencia de una chica y su pareja, que esperan en la habitación contigua, a dar a luz.

Sonríe ampliamente, porque ella ya ha esperado y nunca ninguna espera le ha merecido tanto la pena.


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La pequeña bosteza en brazos de su madre - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Este es, como ya dije antes, el comienzo de la historia de un padre primerizo. Un feliz y exhausto padre primerizo.

Es también, una entrada llena de agradecimientos. 
Como los que debo darle a la responsable de la Unidad de Comunicación del Hospital (Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba), Rafaela Belmonte, por su desinteresada ayuda a un fotógrafo esperanzado en poder hacer durante el parto, lo único que sabe (aparte de comer bien, claro). 
Igualmente, mil gracias para la matrona Ana Belen Lozano por el estupendo trabajo realizado (y por dejarme fotografiarlo), y a Manoli, la simpática enfermera aficionada a la fotografía. Las dos han conseguido hacer natural algo sumamente especial.

En el aspecto visual, debo dar mi más sincera enhorabuena a Rafa Perez, el fotógrafo viajero, por editar mis sentimientos con tanta maestría. 
Si alguno de vosotros está interesado en el difícil arte de saber donde colocar una fotografía dentro de un conjunto de ellas, y el porqué, no dejéis de pasar por algunas de las explicaciones que Rafa da en su blog.


Parto_11
Irene duerme mientras su madre le da el pecho - (H.U.R.S.) Córdoba 2010




Valle, este reportaje es también un regalo para ti, para agradecerte el antes y el después de este momento y por nuestro, hoy, segundo aniversario (quien nos lo diría hace 11 años ¿eh?).
Y por último, para mi pequeña, Irene. Ella me ha hecho tremendamente feliz a mí, una persona de incierta felicidad y estaría tremendamente orgulloso si consiguiera que este blog (y con él, esta entrada) perduraran lo suficiente en el tiempo, para que ella lo leyese y entendiese una parte de lo que sentimos aquel día. 
Aunque, querida Irene, temo que eso solo se puede conseguir pasando por este maravilloso trance.


Ufff, esta entrada me ha dejado agotado, así que os dejo hasta la siguiente, que ya no la mediré en tiempo, sino en pañales cambiados.



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